Solitarias, como
el viento que sólo azuza
las briznas del páramo,
surgen entre las manos del tiempo
los días que fueron palabras
en los labios del génesis.
Nace el hombre
con el silencio por batalla,
cortando la raíz de los días
con la palabra y su filo,
para nunca volver
al hoyo,
donde la oscuridad
es escarnio,
y la luz,
el camino del verbo.
Mas, tortuoso es el sendero,
donde la palabra impera,
y sin ojos para lo invisible,
un cristal nos separa
de las palabras olvidadas.
Dicen los abigarrados incrédulos,
que no oyen a las piedras
contarse historias de los tiempos
en los caminos donde el polvo
es dueño de ocultas huellas.
Han perdido el sentido
y no encuentran la razón,
que azarosa, ellas,
en la promesa eterna,
buscan un decir que sea esperanza
y empape los llantos
de su longevo vivir,
bajo un juez, el sol,
que les dicta sentencias de vida.
Mas es poderosa su habla,
melaza de amargo porte
que endulza los años de vencidos días,
escritos por los caminantes
con sus palabras perdidas.
Annie, llega con el tiempo justo a la estación, pero algo le impide coger el tren y queda ¿sola? en el andén... allí conocerá a Boo, la "personificación" de una coincidencia...
Se trata de un corto de animación 3D, que realmente me ha gustado, con una brillante banda sonora, y unos personajes muy atractivos. No he encontrado en la red, ninguna versión en español, ni ninguna versión que pudiera ofrecer directamente en este blog, con un mínimo de calidad, por lo que he optado por pasar el link, que según he comprobado mejor se ve (paciencia para los que no tengan conexión de alta velocidad). Es versión inglesa con subtítulos en francés, pero se entiende perfectamente la historia, con prestar un poco de atención.
Palacio del Marqués de los Vélez, hacia 1890. Este se encontraba en el actual comienzo de la Avda. de Alfonso X El Sabio, con el Convento de las Claras (aún existente) a su izquierda.
Escudo de la Ciudad de Murcia, muy vinculado a la figura del rey Alfonso X El Sabio, cuyo corazón y entrañas, se custodian en la Catedral de Murcia, de ahí, el corazón que figura en el escudo.
Francisco Rabal Valera,
nació el 8 de marzo de 1926 en
la Cuesta
de Gos, una pequeña pedanía de Águilas (Murcia),
segundo de tres hijos de un minero y una molinera, Francisco, asistió a la
escuela de su pueblo y a los cuatro años escribía y leía correctamente. En 1932, cuando contaba con seis años
de edad, la familia Rabal se traslada a Barcelona y posteriormente fija su
residencia en Madrid, ciudad en la que trabajó en varios oficios, desde
vendedor ambulante, hasta empleado en una fábrica de chocolate y asistía a
las clases nocturnas de los Jesuitas, donde montaba cuadros teatrales. Por
aquella época se inauguraron los Estudios Cinematográficos Chamartín donde fue
admitido como aprendiz de electricista. Allí encontró sus primeras
oportunidades como figurante y actor de reparto en dos películas de Rafael Gil: “La pródiga” y “Reina Santa” (1946), y en otras tantas de José López Rubio:
“El crimen de Pepe
Conde” (1946) y “Alhucemas”
(1947), a las que seguiría ya,
un papel principal en “María
Antonia «La Caramba»” (1950),
de Arturo
Ruiz-Castillo.
Con su esposa Asunción Balaguer
En los Teatros Infanta Isabel y
María
Guerrero, conoció a José Tamayo, quien le
contrató como actor profesional de la Compañía Lope de Vega, con la que debuta
en 1947. En la compañía estaba Asunción Balaguer,
con la que contrajo matrimonio en 1951,
una excepcional actriz que fue capaz de abandonar su brillante carrera para
dedicarle la vida entera a Rabal, con el que tuvo dos hijos, Teresa y
Benito. Más tarde Luis
Escobar, director del María Guerrero, le contrató como protagonista de “La
Honradez de la Cerradura”. Interpretó también “Luna de Sangre”, de Rovira Beleta,
y regresó a la Compañía Lope de Vega para estrenar en Madrid “La Muerte de un
Viajante”, de Arthur
Miller.
Entre la larga serie de premios recibidos, figura
el Premio Nacional de Cinematografía (1984). En 1992 se le otorga la Medalla de
Oro de Bellas Artes y, al año siguiente, la Medalla de Oro de la Academia de
Cine, y en 2000 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo. En 1995
la Universidad de
Murciale hizo Doctor Honoris Causa. También fue nombrado Hijo
Predilecto de Águilas, y de la Región de Murcia. Paco Rabal donó todos los
premios recogidos a lo largo de su trayectoria profesional a su tierra, y están
expuestos en la casa de Cultura de Águilas que lleva su nombre.
Rabal, que según sus propias palabras llevaba 55
años escribiendo "sus cosillas", publicó en 1994 el libro “Mis versos
y mi copla” y más tarde, con la colaboración del escritor Agustín Cerezales, su
biografía “Si yo te contara”.
El padre de la cantante Teresa Rabal y del director Benito Rabal, y abuelo del
también actor Liberto Rabal, ofreció en varias ciudades españolas, junto a su
mujer Asunción Balaguer, el recital poético “Queridos poetas...”, en el que
recordó a muchos de los grandes escritores en español y en catalán del siglo
pasado para recaudar fondos para la Casa del Actor.
El actor falleció el miércoles 29 de agosto de 2001, a los 75 años de edad,
víctima de un enfisema pulmonar cuando viajaba en avión de regreso a Madrid,
acompañado por su esposa, procedente de Montreal, donde recibió un
homenaje en el marco de la XXV edición del Festival de Films du Monde de
Montreal; en el mes de septiembre, el Festival
de Cine Internacional de San Sebastián, en su 49 edición, tenía previsto
entregarle el Premio Donostia en reconocimiento a toda su carrera.
Su capilla ardiente se instaló en la Casa de la
Cultura Paco Rabal de Águilas y permaneció abierta durante toda la noche. Hasta
ella se acercaron numerosos ciudadanos para firmar en los libros de
condolencias y dar su último adiós al actor. Bajo un almendro situado junto a la
ermita de la Cuesta
del Gos, en Águilas, el lugar que le vio nacer, recibieron sepultura las
cenizas del actor en una emotiva ceremonia presidida por su viuda, Asunción Balaguer,
y sus dos hijos, Teresa y Benito. Al sepelio asistieron miles de personas entre
vecinos, amigos, autoridades locales y autonómicas así como un nutrido grupo de
compañeros de cine y teatro de Francisco Rabal. Un año después de su muerte, y
con el patrocinio del marqués de Águilas, Alfonso Escámez, el escultor Santiago
de Santiago lo modeló en bronce descansando plácidamente y con la mirada
perdida en el horizonte. Dicha escultura se encuentra en la Cuesta de Gos,
donde en un principio reposaron sus cenizas, que fueron trasladadas
posteriormente al cementerio de Águilas.
Escultura a Francisco Rabal, en su tierra natal Cuesta de Gos (Águilas)
Este artículo, que yo he completado y al que le he añadido todos los enlaces, fue publicado en: http://www.todoaguilas.com/pacorabal.htm, en la fecha en la que redacté este post. En la actualización, efectuada en julio de 2017, parece que esta página ha desaparecido o cambiado de dirección, lo cual expreso para general conocimiento.
"Venir a mí todos", verso bíblico. Cortesía de Pixabay
Estos Versos
A veces continuar vivo es una trampa de los sentidos, empeñados en mostrar los dientes de lobo como rosada arena del sinaí.
Llegué a pensar que vivir era tan fácil como prensar el tiempo en arpegios de metal, pero una luz meditabunda cual de candil su son, me habla de los tiempos como un viento tormentoso que lejos lleva su canción.
Vivir en dormidas colinas en valles de columnas de cemento o en las entrañas de un angustioso vertedero no es importante para mi, ahora que entiendo las risas vertidas, los llantos retenidos y las horas que pasé en aquel sillón umbrío, pensando lo que iba a decir, en estos versos.
El ojo, por medio de la vista, es el órgano más fácil de engañar. Buena muestra de ello, es el cine, imágenes fijas, que tras pasarlas a una determinada velocidad, impresionan la retina.
Pero el ojo humano, no tiene capacidad de «limpiar» la imagen antigua para insertar la nueva, por lo que se produce un solapamiento, que como resultado, produce una imagen en movimiento.
Hago esta breve introducción, con el fin de entender, que el cine de hoy, es más «fácil» de hacer que el cine de antaño, si nos basamos en los grandes adelantos en el campo de la informática aplicada a él.
Gran parte del cine que atrae hoy a las masas, es un cine de truco, donde los efectos especiales, unidos, no nos olvidemos a las grandes posibilidades del marketing actual, hacen que una película, sea un gran éxito, incluso antes de su estreno.
Otra cuestión paralela al cine, es la crítica, y esta sí que ha existido antes, y existe ahora también, donde los críticos no salen muy bien parados, y el cine sale muy mal parado.
Hace pocas fechas, se me ha ocurrido, revisitar al mito de King Kong.
La primera, que data de 1933, es dirigida por Merian C. Cooper, y protagonizada por Fay Wray, que hizo de bella. Hoy se ve placenteramente, y se disfruta con agrado, y con cierto asombro en alguna de sus escenas aunque se aprecie mucho cartón piedra, por su dificultad, dada la época. De todas formas se conserva bien, y es todo un ícono del mundo del celuloide.
en su debut ante las cámaras y Jeff Bridges, existen algunas, incluso una japonesa, enfrentando al bueno de Kong con Godzilla, sólo dignas de ser nombradas y poco más. Retomando la de Guillermin, decir que tuvo un gran éxito de público, aunque no, otra vez, de crítica. Esta cinta, data de 1976, y en estos años todavía era difícil hacer cine de efectos. Este King Kong, obtuvo por ello el Oscar a los efectos especiales, pero no sólo ellos son buenos: las actuaciones de los protagonistas principales, son creíbles y la bella Jessica, desplegó un erotismo bastante agudo, para los inocentes ojos de entonces: hay que ver la escena en la que Kong, con la bella en la mano, la baña en una cascada y después la seca a soplidos...
También los escenarios, la ambientación y una soberbia y justa banda sonora hacen el resto.
Por último tenemos la obra de Peter Jackson (El señor de los anillos), un remake de 2005, servido a los intereses de los grandes efectos conseguidos por el ordenador. El resultado: una película vistosa, más bien un espectáculo visual, una bella muy atractiva... y poco más. Dónde está el espíritu que se dimanaba del gran primate, o la sensualidad de la que ambos personajes (la bella y la bestia) eran cómplices.
En definitiva, yo me quedo con la más equilibrada (a mi juicio) de las tres, la dirigida por John Guillermin en 1976, dejando a la primitiva, en un lugar honorífico, que por sus méritos merece, y la de Peter Jackson, encuadrarla dentro de lo que es una obra visual, un gran espectáculo, pero carente de las justas dosis de cine de autor.
Quién ha matado al viento
que alentaba esas hojas que caen,
en el silencio de la noche,
que para ellas,
será eternidad.
¿Quién ha osado hacerlo?
Será el dueño de la nada,
el señor de las sonrisas perdidas,
o mi vista cansada de andar
por caminos siempre sembrados
de inocentes hojas,
yo que soy como un tronco,
aferrado siempre a sus raíces.
Y moribundas, junto a la piedra estéril,
ellas, lloran no volver a dar vida,
sobre las cepas que las amamantaron.
Su adaptación, ambientación y desarrollo, sumerge al espectador en un mundo claustrofóbico, más allá de lo visto en aquella época. Presentada casi como un cómic, debe gran parte de su puesta en escena a otro de los grandes films clásicos de la historia del cine, como es, Metrópolis (Fritz Lang. 1922) y al dibujante Moebius.
Su estreno fué un sonoro fracaso, lo que nos recuerda, que el tiempo se encarga de dar o quitar razones.
Sublime la mayoría de su metraje, con grandes dosis de acción y unos actores bordando su trabajo, hacen que la película, se muestre inquietante y bella a la vez, y no exenta de grandes momentos, propensos a la reflexión, todo ello aderezado por la brillantísima banda sonora, compuesta por un Vangelis, pletórico.
Abajo, la escena más importante de la película, y quizás una de las más logradas del mundo fílmico, verdadero alarde de estética, planificación, e iluminación, sin olvidar sus cuidados diálogos, que pertenecen sin lugar a dudas a la filosofía del ser humano, como demuestra la siguiente conversación entre Deckard (H. Ford) y Roy Batty (R. Hauer), que se desarrolla, como digo, en el ambiente y momento que capta la fotografía.
Solo por estos breves minutos de extraordinaria ambientación, interpretación, diálogo y música, esta película es ya un clásico de la ciencia-ficción y del cine en general.
Rutger Hauer y Harrison Ford
(Androide)
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C, brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tanhauser.
Todos esos momentos, se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
(Decker. Pasados unos segundos. Voz en off)
No sé porqué me salvó la vida. Quizás en esos momentos amaba más la vida, de lo que la había amado nunca, no sólo su vida, la vida de todos, mi vida.
Todo lo que el quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda?.
Todo lo que yo podía hacer, era sentarme allí y verle morir.
Mencionar también el carismático personaje llamado Gaff, interpretado por Edward James Olmos, recordado por su participación en la serie de TV «Corrupción en Miami», junto al célebre Don Johnson, porque su participación es tan «subliminal», como importante y no por ello, menos interesante al mismo tiempo que realiza una actuación fascinante.
Edward James Olmos
Teniendo en cuenta estas valoraciones, si eres amante de la Ciencia-Ficción, te la recomiendo sin reservas.
¿Dónde hallar la Belleza y qué hacer para encontrarla si ella no es vuestro camino y vuestro guía? El humillado y el ofendido dicen: «La Belleza es amable y abundosa. Camina entre nosotros como una joven madre, avergonzada casi de su propia gloria.» Y los apasionados dicen: «No, la Belleza está hecha de fuerza y de terror. Como la tempestad, que sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nuestras cabezas.» El hastiado y el aburrido dicen: «La Belleza está hecha de blandos murmurios. Habla en nuestro espíritu. Su voz invade nuestros silencios como una luz mortecina que tiembla de temor a las sombras.» Mas el inquieto dice: «La hemos oído gritar entre las montañas. Y a sus gritos, retumbó un rodar de cascos, el batir de alas y el rugir de fieras.» Durante la noche, los guardianes de la ciudad dicen: «La Belleza vendrá con el alba desde Levante.» Y al atardecer, los labriegos y los caminantes dicen: «La hemos visto inclinarse sobre la tierra desde las ventanas del crespúsculo.» En invierno, el sitiado dice: «Vendrá con la primavera, saltando por las colinas.» Y en el calor del estío, los segadores dicen: «La hemos visto danzando entre las hojas del otoño y vimos torbellinos de nieve en su cabello.»
Todo esto es lo que habéis dicho sobre la Belleza. Mas en verdad hablasteis no de ella, sino de vuestras necesidades insatisfechas. Y la Belleza no es una necesidad, es un éxtasis. Ni una boca sedienta, ni una mano vacía que suplica. Sino un corazón ardiente y un alma encantada. No es la imagen que querríais ver, ni la canción que desearíais oír. Es una imagen visible aunque cerréis los ojos, y una canción que oís aunque os tapéis los oídos. No es la savia que corre bajo la rugosa corteza, ni un ala adherida a una garra. Sino un jardín eternamente en flor, y una bandada de ángeles eternamente en vuelo. Pueblo de Orfalís: la Belleza es la vida cuando la vida alza el velo y muestra su rostro esencial y sagrado. Mas vosotros sois la vida y el velo. La Belleza es la eternidad contemplándose en un espejo. Y vosotros sois la eternidad y el espejo.
El "Puente Viejo", como lo conocemos todos los murcianos, hacia 1880
El "Puente Viejo", en una vista panorámica de 1885, cuyo punto de vista, estaría situado aproximadamente a la altura del actual puente (Pasarela) de Javier Manterola