He
asistido a reuniones, en las que uno de los presentes, ha tomado la palabra y…
bla, bla, bla, y me he perdido entre sus palabras y mis pensamientos. Nada
interesante, por lo general se aporta en reuniones de amigos: que si el coche,
el fútbol, las mujeres… No critico esto, que es bueno, pero no como regla
general. Lo banal abunda y a la larga se hace pesado, como una rutina, vamos,
que es prescindible.
En
otras, uno de los presentes, toma voz, y explica sus razones y conocimientos
sobre un hecho. Lo hace sabiendo lo que dice, y dando a entender, que ha
reflexionado sobre ello. Engancha desde el principio, consigue que los
presentes centren su atención y al mismo tiempo, piensen en el tema. Alguien
dirá que es demasiado filosófico para una reunión de amigos, y talvez tenga
razón. Pero abogo por ello, porque en esta situación, los oyentes disponen de
libertad para participar, a diferencia que en el anterior caso, en la que la
mayoría de las veces, es el tedio el que invita a la retirada.
Y
he ido a otras, en las que he intentando explicar mis conocimientos sobre un
suceso o acontecimiento, y seguramente por no hacerlo bien, no he logrado el
interés de la asistencia.
Visto
lo anterior, me atrevo a pensar que “sólo sé que no sé nada”, y que lo mejor es
dejar la dialéctica a los grandes oradores y aprender de todos, buenos y malos.
Lograrlo
es mi objetivo. Conseguirlo un compromiso.
©
francisco javier costa lópez