Pero sin pasarse...
Ser buena persona, es un
estilo, una actitud ante la vida. Pero esto no es fácil, y a veces no se
consigue en toda ella. Y no me refiero al consabido mensaje de «que buen zagal
eres», «eres maravillosa» y cosas parecidas.
Ser buena persona, es algo más, es
mucho más. El problema, es que no basta con querer ser buena persona, hay que
demostrarlo día a día con acciones que lo certifiquen. Hay quien lo intenta y
fracasa a las primeras de cambio, dejando de lado no sólo su quizá prometedora
bonhomía, sino que ello lo lleve a una vida anodina, sin satisfacción personal,
que lo consume en la peor de las piras: el anonimato.
Otros, pudiendo ejercer,
de personas de buena fe, optan por dejarse adular, cuando en realidad, nada
hacen, ni bueno ni malo, es decir no asumen ningún riesgo. Por contra, otros,
luchan a diario por encontrar ese camino de difícil traza, que es el darse a
los demás, con fe en sus posibilidades, intentando llegar al fin, al que
deberíamos aspirar todos los humanos: la maduración desde el punto de vista del
ánima, verdadero e insustituible motor que nos mantiene vivos, interpretándose
este factor, en su máxima extensión.
La adquisición paulatina de comprensión,
prudencia y sacrificio hacia los demás, no exentas de la ampliación de nuestra
cultura básica y más humana, nos hará despojarnos de los pesos pesados de
nuestras alforjas: la ira, la rabia, la descortesía, la mentira etc. (la lista
es bien larga). Pero ojo, los que han emprendido este camino, tienen que estar
dispuestos, a luchar con las armas antes apuntadas, contra la difamación, las
artimañas, la falsedad y la mentira, de los personajillos que en apariencia, y
sólo en apariencia, intentan rasar sus apócrifas vidas, a las más útiles para
la sociedad, aunque sea en el más mínimo de los intentos. Surgirán los errores,
y estos, deben de ayudarnos a conseguir la meta, por la que hemos apostado, por
la que luchamos, por la que vivimos.
Intentar ser buena persona, debe ser
nuestra seña de identidad, y aspirar a ser esa bella persona, a la que con el
alma por testigo y el corazón en la mano le decimos: ¡qué buena persona eres...!
© francisco javier costa lópez
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