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sábado, 11 de agosto de 2018

Alfred Stieglitz. Fotografía. La Terminal. 1893. Miremos el Arte

La Fotografía Como Pasión...

Alfred Stieglitz, fotografiado en 1890 por Frank Eugene
Colección MET - The Metropolitan Museum of Art
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La terminal (The terminal. 1893)
Colección MET - The Metropolitan Museum of Art
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Unos pintores le preguntan a Stieglitz:       
«Por supuesto, esto no es arte, pero si que nos       
gustaría pintar como usted fotografía».       
A lo que Stieglitz, contesta:       
«No se nada de arte; pero, por lo que sea,       
nunca he pretendido fotografiar como ustedes pintan».       



Pictorialismo, se deriva del vocablo inglés —picture (imagen)—, y nada tiene que ver con otras tendencias fotográficas que intentan acercarse a la pintura. Por lo tanto, hablar de pictorialismo en fotografía, ha de entenderse, como la técnica utilizada por el fotógrafo, para captar un entorno donde participan con igual importancia, medios naturales (incluido el hombre), medios industriales, paisajísticos o urbanos y medios técnicos auxiliares empleados en su posterior trabajo de revelado y positivado, consiguiendo de esta forma, una obra totalmente personal, donde los conceptos que definen el arte, como la forma de mostrar la imagen, en la que puede apreciarse el invisible sentir del autor, se hallan presentes, configurando el resultado final, como una «fotografía artística».
Equipado con una pequeña cámara en formato 4 x 5, que le permitía una mayor libertad y autonomía, aunque no era considerada como una cámara que proporcionara fotos relevantes, obtuvo tomas instantáneas, que en opinión del crítico Sadakichi Hartmann [1], conforman la nueva «fotografía directa».
En efecto, Stieglitz, dotaba a sus tomas de un expresionismo propio, aislando la esencia a transmitir, buscando el foco emisor del cambiante mundo que le rodeaba. Como es natural pensar, en aquella época, el fotógrafo, era también un especialista en la posterior manipulación de las imágenes en el laboratorio, donde buscaba la sublimación de su expresión, por medio de combinaciones químicas mediante aditivos añadidos al revelado, el uso de distintos soportes y técnicas de insolación, para obtener fotos que sugirieran una imagen envuelta en un halo de misterio o misticismo, insinuación o revelación. Son imágenes de paisajes entre brumas, niebla, o nublados, con lluvia o nevando, escenas cotidianas, vestidas para una ocasión mágica, que escapa al ojo, como brizna que lleva el aire. Ese era el marco de actuación de este aventurero de la imagen, y su legado es espectacular. De esta etapa cabe destacar —La mano del hombre (The hand of man. 1902)―: un tren entrando entre brumas en la estación de Long Island— o la maravillosa —La terminal (The terminal. 1893)—, una impresionante fotografía, una importante obra de arte, cuestión esta por la que luchó durante toda su vida: no por ligar la fotografía a otros géneros artísticos, sino por configurarla y equipararla a otros artes, tenidos como mayores.
Situémonos en 1893, todos los que amamos la fotografía, y pensemos en los medios de hoy en día, y que no hace falta relacionar, pero eso sí, hagamos una elemental comparación: ¿Cómo es posible lograr esta imagen? ¿De qué medios se valió el artista? ¿Qué ven tus ojos cuando la miras? Eso es arte sin más definición. Stieglitz aprovecha un día de máximo frío, para plasmar el vapor despedido por los caballos, creando una imagen onírica, atractiva, relajante. Todo es un conjunto sereno, silencioso, como si en realidad —el tiempo se hubiera congelado, por efecto del tiempo—. No hay prisa en los personajes que circulan por detrás del tranvía, y la nobleza de los caballos, atendida por su cuidador, casi es palpable. Acostumbrados hoy día, a la manipulación digital, ver este trabajo, engrandece a su autor, y a tantos otros que recorrieron caminos similares. Su progresión le llevó posteriormente a la fotografía directa (escenas sin ningún tipo de preparación), donde destacó, con instantáneas de gran valor documental, como —El entrepuente (The steerage. 1907)—, escena de trabajadores en las cubiertas de un paquebote a vapor. Es destacable su serie de desnudos, en especial de una de sus esposas, la pintora Georgia O’Keefe
Teniendo en cuenta la época en que desarrolló su actividad, nada o casi nada tuvo que ver con los dadaístas (aunque vivió de pleno en su época), excepción hecha de algunas fotos de sus líderes y del famoso urinario ―Fuente (The fountain. 1917)—, que Duchamp mandó a la Exposición de la Sociedad de Artistas Independientes. De todas formas, su influencia, se dejó notar, tanto en ese como en otros movimientos, consiguiendo elevar la fotografía a la categoría de arte.  
Una sugestiva historia, que nos acerca un poco, a este genio de la fotografía contemporánea.

[1] Poeta, actor y crítico de arte, especializado en fotografía, gran conocedor de la obra de Stieglitz y su más febril estudioso. Nació en Japón en 1867, de padre alemán y madre japonesa. Vivió en EEUU, donde murió en 1944.


Una noche helada (An icy night. 1898)
Colección MET - The Metropolitan Museum of Art
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