El Hombre Bicentenario. 1976
... Los pensamientos de Andrew iban desvaneciéndose lentamente mientras yacía en el lecho. Se agarró a ellos desesperadamente: ¡Hombre! ¡Era un Hombre! Quería que ese fuera su último pensamiento. Quería disolverse, morir, con aquello.
Abrió sus ojos de nuevo y, por última vez, reconoció a Lishing, que aguardaba solemnemente. Había otros allí, pero eran solamente sombras, sombras, sombras irreconocibles. Tan sólo Lishing resaltaba contra el mortecino gris.
Lentamente, despaciosamente, levantó su mano hacia ella y sintió muy débilmente como se la sujetaba.
La figura de ella se iba difuminado en sus ojos a medida que sus pensamientos desaparecían. Pero, antes de que la figura femenina se desvaneciera totalmente, un pensamiento fugitivo, final, vino a su mente, y se quedó un momento allí antes de que todo terminara.
«Niña» susurró, demasiado bajo para que nadie pudiera oírlo.
Así termina este relato de ciencia ficción, escrito en 1976, que supuso para Isaac Asimov los siguientes premios:
- Premio Nebula. 1976. Mejor cuento largo.
- Premio Hugo. 1977. Mejor cuento largo.
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